Lucy Tejada remonta su pasado
La pintora 'echa reversa' con esta exposición en la Fundación Gilberto Alzate Avendaño
Lucy Tejada anda con sus 87 años sin ponerles mucho misterio. Parece que por su salud se preocupan más el médico y sus familiares que la propia artista, que al viajar desde Cali, donde vive, desafió la altura bogotana (y las advertencias del galeno) para estar presente en la exposición Lucy Tejada, años cincuenta, que presenta la Fundación Gilberto Alzate Avendaño.
Son 42 pinturas y 38 grabados de quien ha sido un símbolo del arte colombiano en una generación en la que las mujeres, generalmente, apenas podían aspirar a estar bien casadas, mantener la casa bonita y, en el mejor de los casos, hacer manualidades o ser maestra. Pero ella, acostumbrada a romper el molde desde cuando era joven -y muy bella- en Bogotá, terminó por imponer su voluntad.
En esa época acudía al café El Automático y se reunía con intelectuales como León De Greiff y Juan Lozano y Lozano para hablar mientras tomaban aguardiente en pocillo. Así pudo reencontrarse con esas obras pintadas hace medio siglo. "Estoy contenta. Cuando dije que venía se armó un problema horrible y me acostaron un día entero porque he estado enferma del 'mango', pero me siento muy bien aquí", dice Lucy.
Ella recorre sus cuadros acompañada de un hijo y una nieta, aunque en realidad no los puede ver muy bien. "Dejé de pintar hace tiempo porque he perdido mucho la vista. El médico dice que no me quedo ciega del todo, pero sí he perdido cantidades. Veo más o menos nublado", cuenta. Para ella, según dijo, la muestra significaba reecontrarse con el pasado, "echar reversa" y saber qué sentiría al tenerlos otra vez al frente. "Yo no sé si será por cegatona, pero me siento bien", afirma.
Frente a ellos recordó cuando estuvo por un año en La Guajira, donde no pintó ni una obra debido a que el viento no paraba nunca. Pero esa etapa resultó ser clave para lo que hizo después, cuando llegó a Bogotá y luego en España. No duda en reconocer que su obra fue importante en el arte colombiano. "Estuve en la cumbre y aunque sabía que no me iba a quedar ahí, era algo muy estimulante y fuerte -dice-. Llegué a un punto en que mi obra tenía éxito y la gente la compraba.
Ahora -en la exposición- me nombran las obras y las veo un poco, lo que alcanza, entonces se me remueven muchas relaciones con la gente y todo un mundo que uno cree perdido, pero uno tiene el poder de recrear eso".Una recreación que pasa por los recuerdos de ser la consentida de los intelectuales, de estar entre las primeras mujeres graduadas como bachilleres en el Valle del Cauca, y ser la única que se matriculó en Bellas Artes, en Bogotá.
También por los viajes a Europa, incluyendo el lado comunista, y América con exposiciones hasta entrados los años 80. Con todo y que su obra es clave en la pintura nacional, no era de las que pintaba todos los días y reconoce que le faltó ser un poco "más juiciosa", pero se justifica: "Tenía épocas en las que pintaba y otras en que no hacía nada. Divagaba, "me rascaba la barriga. Esos son períodos en los que uno está meditando".
Tiene fama de excelente dibujante y no la niega. Tal vez la prueba es que no hacía bocetos, aunque el único que hizo para un cuadro, le valió el premio del Salón Nacional de Artistas (1957) con Mujeres sin hacer nada. Barcelona, México, Venecia (Bienal de 1958), Washington, Tokio (Bienal Gráfica de 1960) y Sao Paulo (Bienal de 1961) son algunos de los sitios donde mostró su obra, parte gráfica (grabados) y mucho de pintura.
Al enfrentarse a su pasado, se siente satisfecha. Además, no solo parece gozar de una aceptable salud sino de un muy buen humor con el que le quita trascendencia a las cosas. Por eso no es raro que al preguntarle si cree que la pintura es importante responda: "Sin duda, la pintura es muy importante en el mundo. Mire, por ejemplo, hay una muchacha que se llama la Mona Lisa o algo así... ja, ja... La cuidan como a un niño chiquito".